A veces, basta con dejar atrás el ruido para que el horizonte revele una silueta poderosa, casi mítica. Las montañas que parecen hechas de humo y silencio forman parte del paisaje y también del imaginario colectivo. Están ahí, al acecho del asombro, esperando ser recorridas con los ojos bien abiertos. Viajar hacia un volcán no solo implica una excursión geográfica, también es un cruce de tiempo y leyenda.
La proximidad de Ciudad de México a varias formaciones volcánicas ha sido motivo de admiración y respeto desde tiempos remotos. Aunque su presencia suele pasar desapercibida entre la rutina urbana y los edificios, lo cierto es que muy cerca de la capital laten antiguos colosos de piedra y ceniza que vale la pena conocer. Y lo mejor: se puede llegar en vehículo, trazando rutas que, en apenas unas horas, transforman por completo el paisaje.
A la sombra del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl
Quizás ninguna pareja de montañas haya inspirado tantos relatos como estos dos. El Popocatépetl, con su fumarola persistente, y el Iztaccíhuatl, con su silueta de mujer dormida, forman un tándem visual inolvidable. Aunque el acceso directo a sus cráteres está restringido por razones de seguridad, los alrededores ofrecen panorámicas de gran impacto.
Uno de los puntos más buscados es el Paso de Cortés, un paraje que se sitúa entre ambos colosos y desde el cual es posible contemplar sus cumbres nevadas en días despejados. Llegar hasta allí en auto desde Ciudad de México toma aproximadamente dos horas y media, cubriendo unos 75 kilómetros. La ruta más habitual parte de la zona oriente de la capital, cruzando por Amecameca hasta alcanzar la entrada al Parque Nacional Iztaccíhuatl-Popocatépetl.
El trayecto, más allá de sus paisajes, permite detenerse en varios puntos que combinan tradición y naturaleza: pueblos con mercado, miradores y zonas de bosque. En este tipo de itinerarios, contar con un vehículo cómodo y confiable hace la diferencia.
Hertz México es una de las mejores opciones para hacerlo posible. Su flota, amplia y moderna, se adapta a todo tipo de viaje: desde autos compactos ideales para recorridos urbanos hasta camionetas espaciosas perfectas para trayectos largos o en grupo.
Tlaloc y Telapón, los guardianes del oriente
A menos de una hora y media de la capital, la región de Ixtapaluca guarda dos formaciones que, aunque no tienen la fama de sus vecinos mayores, ofrecen una experiencia diferente. Por un lado, el volcán Tlaloc, con más de 4000 metros de altura, es el más elevado de la Sierra de Río Frío. A su alrededor se despliega una vegetación exuberante que se vuelve especialmente atractiva para quienes disfrutan de las caminatas largas.
El Telapón, por su parte, es un volcán más modesto en altitud, pero no por eso menos interesante. Su forma cónica, cubierta en buena parte del año por niebla espesa, lo convierte en un sitio especialmente fotogénico. Desde el centro de Ciudad de México, se puede llegar en aproximadamente 1 hora y 40 minutos por la autopista México-Puebla, sumando cerca de 65 kilómetros. Ambos volcanes son accesibles mediante caminos de terracería en buen estado que permiten estacionarse cerca de los puntos de inicio de senderos.
Lo notable de esta zona es su bajo nivel de concurrencia. A diferencia de otros destinos volcánicos, aquí el silencio no ha sido reemplazado por vendedores ni aglomeraciones. Es, en ese sentido, una opción perfecta para quienes buscan alejarse sin alejarse tanto.
Ajusco y Xitle, donde la ciudad se convierte en sierra
No hace falta salir de los límites de la capital para encontrarse con huellas volcánicas. La zona sur de Ciudad de México, en particular el Parque Nacional Cumbres del Ajusco, es un recordatorio vivo de que el pasado geológico del Valle de México sigue presente. El volcán Ajusco, con sus 3930 metros de altitud, ofrece múltiples senderos para excursionistas de todos los niveles, así como miradores naturales desde donde se contempla toda la urbe.
A escasa distancia de allí se encuentra el Xitle, un volcán apagado pero no por eso olvidado. Su erupción, ocurrida hace más de mil años, dio lugar al famoso campo de lava de Pedregal de San Ángel, sobre el cual hoy se alzan universidades, viviendas y avenidas. Visitar esta zona con detenimiento permite entender cómo la vida urbana y la historia volcánica conviven en el mismo suelo.
Tanto Ajusco como Xitle pueden visitarse con facilidad realizando un trayecto de 30 a 45 minutos desde diversos puntos de la capital. Si bien algunas partes del camino pueden incluir pendientes pronunciadas o curvas cerradas, es posible cubrirlas sin complicaciones si se cuenta con un vehículo en buen estado. Aquí entra en juego la conveniencia de servicios como la renta de autos CDMX, que permite seleccionar modelos con tracción adecuada para terrenos diversos sin sacrificar comodidad.
Pelado, Chichinautzin y Tepoztlán, un triángulo inesperado
Al hablar de volcanes cercanos a la capital, pocas personas mencionan el Cerro Pelado, un antiguo cono volcánico que marca el límite entre Milpa Alta y el estado de Morelos. Este sitio, que no figura en todas las guías, sorprende por su calma y por la sensación de estar en un espacio casi secreto. En auto, el trayecto toma cerca de dos horas desde el centro de la ciudad, atravesando caminos secundarios que bordean zonas de cultivo y pequeños pueblos.
Desde allí es posible conectar con la Sierra de Chichinautzin, una cadena volcánica que se extiende hacia el sur y que incluye una docena de conos apagados, muchos de ellos aún cubiertos de denso bosque. En días despejados, la vista desde los puntos más altos permite divisar el perfil de otras montañas cercanas, como el Popocatépetl al este o el Ajusco al norte.
Una alternativa interesante es combinar este recorrido con una visita a Tepoztlán, ubicado a tan solo 25 kilómetros de distancia. Este pueblo mágico es famoso por su energía mística, sus construcciones prehispánicas y su entorno montañoso, que incluye formaciones volcánicas erosionadas a lo largo de milenios. El trayecto desde la ciudad hacia esta región puede extenderse hasta tres horas, dependiendo del tráfico y del camino elegido, pero cada minuto vale la pena.
Cuando el viaje se convierte en relato
La cercanía de Ciudad de México con formaciones volcánicas activas, dormidas o apagadas genera una constelación de posibilidades para quienes buscan escapadas fuera del molde. No se trata solo de puntos geográficos a los cuales llegar, sino de umbrales hacia otro tipo de experiencia, más conectada con la tierra y menos apurada.
Al final, los volcanes cercanos a Ciudad de México ofrecen mucho más que vistas panorámicas. Cada uno de ellos, desde los más conocidos hasta los menos explorados, encierra una historia que se deja leer entre senderos de tierra, capas de lava petrificada y nubes que bajan a saludar. Y lo mejor de todo es que están al alcance de cualquiera que decida girar la llave, poner música y dejar que el camino haga lo suyo.
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